jueves, 7 de julio de 2011

Homilía para el domingo 15º durante el año - Ciclo A


Pidamos, en primer lugar, a nuestra Hermosa Madre, la Virgen María, que ore por nosotros al Espíritu Santo para que nos conceda el don de entender la Palabra de hoy.
Dios es respetuoso de la libertad del ser humano. Sumamente respetuoso. Él no impone su Palabra, con todo el peso de su autoridad, aunque puede hacerlo porque poder no le falta. Pero como es un Dios de amor, da su Palabra como una semilla, para que sea aceptada de corazón y desde allí crezca y germine y dé fruto.
Entonces nuestro corazón es el terreno.
¿Cómo está mi corazón? ¿Tan duro y expuesto como un camino que lo que el Señor me diga me lo saca cualquiera? ¿Tan lleno de piedras que no tiene profundidad para que arraigue lo que Dios me dice? ¿Tan lleno de espinas que me distraen y me angustian y preocupan que no me dejan confiarme plenamente a Él? ¿Tan preparado que espero con ansias su semilla, la riego y la escucho para que mi vida siga con plena convicción su santa voluntad?
Siempre en la vida se nos presentan urgencias que tapan cosas importantes. Para distinguir qué hacer hay que discernir y deliberar. Con la semilla de la Palabra nos hace falta tener el mismo discernimiento y la misma deliberación para no dejarla pasar, porque cuando la Palabra es aceptada, cuando Dios es escuchado, la vida encuentra su verdadero sentido.
Hoy vemos que nuestra sociedad, nuestra cultura, es consumista, vale más el tener cosas y quien más tiene, que las personas y su tiempo y su presencia. Todo es un gran comercio donde todo se vende para adquirir dinero, y somos tratados no como personas sino como consumidores que no compran lo que necesitan sino lo que desean, y porque muchas veces nuestros deseos son irracionales nos tratan como tales y nos engañan permanentemente para hacernos creer que tener lo que deseamos nos va a proporcionar la felicidad que tanto ansiamos. Mucha gente compra felicidad y recibe a cambio cosas que no dan tal felicidad. Dios, por el contrario, no vende nada, regala todo, y se da Él mismo, y quien lo recibe con corazón abierto verdaderamente experimenta la felicidad tan profunda y pacificadora que no la podemos reemplazar con ninguna otra.
Pero nos damos cuenta cómo lo que se nos ofrece gratuitamente por pocos es valorado. De ahí que muchas sectas piden mucho dinero para hacer creer que lo que dan vale. Y los que se manejan por los impulsos y no por el discernimiento van por ahí, porque su deseo de poseer lo que quieren poseer es mayor que su capacidad de discernir si realmente lo necesitan.
Se nos hace necesario mirarnos y conocernos de verdad, si no queremos ser manipulados por nadie. Conocer nuestros límites y debilidades, y tomar los recaudos necesarios. Conocerse a muchos les da miedo, porque creen que con defectos valen menos. Y no es así. Lo que nos hace valiosos es el hecho de que existimos. Si tenemos o no defectos es otro asunto. Porque valemos ¿por qué no trabajar en superarnos? Porque valemos ¿por qué dejarnos maltratar por una mentalidad comercial que sólo me ve como alguien al que hay que encontrarle el punto débil para sacarle todo el dinero que se le pueda sacar? Porque valemos ¿por qué perseguir cosas para sentirnos valiosos si ya lo somos? Porque valemos ¿por qué no crecer, por qué dejarnos arruinar por los vicios? Porque valemos ¿por qué dejarnos tratar con tanta violencia como vemos hoy que se da en todo?
La creación entera, dice Pablo, espera que nosotros seamos verdaderos hijos de Dios libres. Porque el ser humano, libre y que se domina a sí mismo, que es capaz de sacar de sí lo mejor y hacer el bien, es capaz de transformar y mejora toda la naturaleza para bien de todos y de honrar a Dios de esa manera. Somos capaces. Falta que nos convenzamos a nosotros mismos de comprometernos a hacerlo y hacerlo realidad.
Que la Santísima Virgen María, la que como tierra fértil recibió la Palabra, primero en su corazón y luego en su seno, nos anime hoy con su ejemplo a ver más allá de las propuestas de nuestro mundo para hallar la gran propuesta de nuestro Padre Dios. Que el Señor bendito y la Hermosa Madre los bendigan mucho.

1 comentario:

miriam dijo...

altamente recomendable esta homilía. nos muestra el mundo de hoy, la sociedad consumista de hoy. ante ella...como debemos pararnos????...si miramos nuestro interior y allí nos encontramos como verdaderos hijos de Dios, sabremos hacerle frente como verdaderos cristianos.

que Dios nos bendiga siempre