viernes, 27 de enero de 2012

Homilía para el 4to domingo del tiempo ordinario - Ciclo B


Pidamos, en primer lugar a nuestra Hermosa madre la Virgen María, que ore por nosotros al Espíritu Santo para que Él nos conceda el don de entender la Palabra de Dios. Dios te salve…
¿Cuántas veces hay en nosotros “otros” que “hablan” en nuestro interior haciendo ruido para que no se escuche con claridad la voz de Dios?
Esos “otros” tienen muchas formas: recuerdos, ilusiones, ambiciones, heridas, despechos, envidias, resentimientos, recelos, broncas, odios, celos, terquedades, tristezas, angustias, gritos que nos quedaron grabados, desprecios vividos, miedos, y miles de formas más.
Habitan en nosotros como si fueran otros que quieren vivir en nosotros.
Y esos son como “espíritus” que se oponen a Dios, en primer lugar, y a nosotros como hijos de Dios llamados a ser libres. Por eso San Marcos los llama “espíritus impuros”. Nos alejan de Dios que es el Puro, el Santo, el Señor. Y nos quieren arrebatar la alegría de vivir, la esperanza y la confianza en el Señor Dios que nos salva. Se oponen a nosotros con engaños permanentes, con mentiras de todos los colores, nos hacen echar la culpa a otros, nos hacen ver la paja en el ojo ajeno, nos hacen deleitarnos en el sufrimiento y en la derrota del otro, porque tocan nuestro lado oscuro, nuestros puntos débiles, nuestras manías y complejos, y así tratan de dominarnos.
Esas voces hablan, y hablan fuerte… ¿Y no sería mejor para nosotros que escucháramos más a Dios que habla también, pero que habla con respeto de nosotros? ¿No sería mejor para nosotros que prestásemos atención a esa otra voz suave y consoladora que también está en nuestro interior y que es la voz del Espíritu Santo? ¿No nos convendría prestar atención a los mensajes de Dios que Él se encarga de hacernos llegar de muchas formas, a través de sus mediadores, a través de sus instrumentos, de sus enviados, de sus llamados, de sus apóstoles y misioneros? Pero nos van a dar ganas de hacerlos callar, y también nos darán ganas de encontrarles sus defectos, para justificarnos en nuestra debilidad y poquedad frente a ellos. Si estamos en el barro, casi seguro que vamos a querer ensuciarlos también a ellos que son sólo servidores.
Jesús, en cambio, habla con autoridad, ¿quién lo niega? Pero ¿quién es Jesús entre nosotros? ¿Dónde está Jesús entre nosotros? ¿Habla Jesús a través de alguien hoy? ¿Puede hablar Jesús a través de esa persona que no me cae simpática? ¿Le daría yo autoridad a esa persona que no me agrada, la autoridad que le viene de Dios, porque me habla en su nombre y me sirve para que yo halle el camino de la Vida? ¿Me conviene acaso desoír su palabra sólo porque no me agrada como persona? ¿Me conviene no tomar conciencia que Dios me puede estar hablando a través de ella? ¿Cómo hago para darme cuenta si Dios me habla a través de esa persona? Debo preguntarme sinceramente si me dice la verdad, si me ayuda esa verdad para liberarme de mis mentiras, si me hace ver mi pecado y mis ataduras, y si me ayuda a respetar y amar más a Dios. Si es así, habla en nombre de Dios. Si no la escucho es a Dios a quien no escucho.
Si, en cambio, habla esa persona para dominarme y me oprime y me aleja de Dios, si en vez de hacerme madurar me hace sentir despreciable, si en vez de decirme la verdad me confunde y me engaña, entonces debo hacerla callar. Debo sacarla de mi interior, debo hacer oídos sordos a su discurso.
Pero yo no debo engañarme bajo ninguna forma. Tengo que asumir que yo mismo puedo ser mi enemigo. Debo asumir que mi propio egoísmo, mi propio yo egoísta, puede estarme gritando y distrayéndome para que no cambie y no me convierta y no me salve. Porque a ese yo egoísta el Señor me dice que lo niegue. No que niegue mi identidad, mi yo, sino que niegue los gritos de mi egoísmo personal, que quiere hacer lo que se le antoja y no lo que debe hacer para dar gloria a Dios, su Creador, su Salvador y su Santificador.
Por otro lado, debo ubicarme que si Dios me inspira y me envía a dar su mensaje a otro, lo debo hacer con la humildad del que se sabe pecador y se sabe portador, por la gracia de Dios, de un mensaje para otro que es también gracia de Dios para otro. Y no debo callarlo por ninguna excusa. ¿Qué hace el otro con el mensaje que le tengo que dar? Es asunto del otro. Pero no debo dejarlo sin el mensaje que era para él, pues, de lo contrario, yo seré responsable de que el otro caiga de nuevo en su pecado y en su mal.
El Señor nos habla, nosotros ¡escuchemos!
En nuestro interior hay muchas voces que no son las de Él. ¡Callémoslas y echémoslas de nuestro interior!
A nuestro alrededor hay gente que necesita el mensaje de Jesús, ¡demos fiel y valientemente el mensaje!
María, Madre de la Iglesia misionera en el mundo de hoy, acompáñanos en la misión diaria de llevar el mensaje de liberación de tu Hijo bendito, y ayúdanos a acallar todas las voces de nuestro interior que no vengan del Espíritu Santo.
Que el Señor bendito y la Hermosa Madre los bendigan mucho. 

1 comentario:

miriam dijo...

..."El Señor nos habla, nosotros ¡escuchemos!"...así es, y luego OBREMOS EN CONSECUENCIA pues si solo escuchamos, y no "vivimos" lo que Jesús nos pide, la palabra habrá caído en saco roto y no dará fruto alguno.
somos seres inteligentes, pensantes, tenemos libre albedrío. SEPAMOS DISCERNIR LO QUE EL SEÑOR NOS PIDE, NO NOS DEJEMOS ENGAÑAR, NI POR OTROS NI POR NOSOTROS MISMOS.
seamos capaces, porque SOMOS CAPACES, de vencer al demonio interior que nos trata de llevar por el camino mas facil que no nos conduce a ningún lado.
caminemos por la senda correcta que al final de la misma estará Jesús esperandonos para abrazarnos y compartir la VIDA ETERNA.
que el Señor nos bendiga siempre