jueves, 19 de mayo de 2011

Homilía para el 4to Domingo de Pascua - Ciclo A


Esta homilía no había podido ser posteada en su momento por los inconvenientes que tuvo Blogger.
Pidamos, en primer lugar, a nuestra hermosa Madre, la Virgen, que nos consiga del Espíritu Santo el don de entendimiento de esta Palabra.

El Señor Jesús nos da la imagen de ser la puerta del corral de las ovejas para indicarnos varias cosas:
- Cuida de las ovejas.
- Es el lugar por donde hay que ir a buscar el alimento.
- Es por donde hay que entrar para hallar refugio y ser salvado.
- Es el lugar por donde entran sus enviados a pastorear a las ovejas.

Todos sabemos que Jesús es el Buen Pastor, y que da la vida por sus ovejas. Hoy ha sonado en su palabra: “Yo he venido para las ovejas tengan vida y la tengan en abundancia”. Todos nos maravillamos ante ese amor tan especial de Jesús por todas sus ovejas, especialmente por las perdidas, descarriadas, lastimadas, hambrientas. Las ovejas somos nosotros, y también pasamos por estar perdidos, descarriados, lastimados y hambrientos. Jesús nos cuida porque nos ama. Nos ama cuidándonos, haciéndonos descansar en praderas verdes, dándonos aguas tranquilas y reparando nuestras fuerzas. Nos guía por senderos rectos, y su vara que nos vuelve al camino y su bastón que nos vuelve al rebaño nos infunden confianza porque nos sabemos defendidos y protegidos.
Según el salmo, además de ser el buen pastor, es también el buen anfitrión, el que nos prepara la mesa con espléndido banquete. Más aún, se nos da Él mismo como alimento que da la vida, cuando nos dijo “Yo soy el Pan de vida, el que viene a mí no tendrá hambre. El que cree en mí no tendrá sed”.
Es como un poderoso jeque que en el desierto nos ofrece su asilo y hospitalidad frente a los enemigos que rondan para asaltarnos. Su bondad y su gracia nos acompañan a lo largo de la vida. Habitaremos en su casa por siempre.
Los pastores del rebaño que Él ama, los pastores que lo representamos a Él, entramos por Él que es la puerta. Eso significa que no hacemos nuestra voluntad y capricho, sino el servicio que se nos manda. Si no hacemos ese servicio los pastores no somos pastores aunque tengamos el título. No basta con tener el título de pastor, hay que ser pastor. Los pastores en la Iglesia somos varios: los padres son los pastores de la familia. Los catequistas son los pastores de los catequizandos. Los sacerdotes somos los pastores de la Parroquia. El obispo es el pastor de la diócesis. Y somos los pastores representando al Buen Pastor, y sólo obrando como Él somos verdaderos representantes suyos.
Los que no obran como Él, los que no quieren la salvación del rebaño sino servirse del rebaño, los que no se ocupan de alimentar al rebaño con el Pan de Vida y con la Vida del Espíritu Santo, los que no están en comunión con Jesús o con sus ministros que le son fieles, los que modifican la enseñanza dando una doctrina acomodada a sus propios gustos, o los que alientan a “recortar” el evangelio y dan parte de la verdad y no la verdad completa, los que hacen decir a la Escritura lo que quieren hacerle decir y no lo que la Palabra de Dios habla, los que manipulan la historia para confundir a la gente con mentiras, los que no buscan honestamente la verdad y siguen desparramando sus errores, son asaltantes y ladrones, asalariados del padre de la mentira.
En cambio, los que son fieles a la verdad, los que son verdaderos discípulos y verdaderos misioneros, los que respetan la comunidad de la Iglesia y su historia, los que aman a los hermanos y están verdaderamente a su servicio, los que transmiten la doctrina de Jesús, los que viven el mandamiento del amor con todas sus implicancias, los que se ubican en su lugar de servicio con el espíritu de los humildes, los que se hacen responsables del rebaño encomendado con la caridad de Jesús, los que testimonian con su vida su adhesión a Jesús y a la voluntad del Padre, los que son firmes en conducir al rebaño sabiendo que la vida del rebaño depende de su diligencia y su entrega, los que son generosos en el servicio del rebaño, los que gastan tiempo en recoger a las descarriadas, a las que se separaron, a las perdidas, ésos son los verdaderos pastores.
Citando a San Agustín: «Consolado por lo que soy con ustedes, pues, con ustedes, soy cristiano, que es gracia y don; para ustedes soy el pastor, que es tarea y riesgo», pidamos al Señor que cada uno de nosotros asumamos el don y la gracia de ser cristianos, y también el riesgo y la tarea de ocuparnos de ser los pastores fieles del rebaño que se nos ha encomendado. Y en especial les ruego que pidan por mí a ese fin. Gracias.
El Señor bendito y la Hermosa Madre los bendigan mucho.

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