viernes, 21 de octubre de 2011

Homilía para el domingo 30º del tiempo durante el año

Pidamos, en primer lugar, a nuestra Hermosa Madre, la Virgen María, que nos acompañe en la meditación de la Palabra y que nos consiga del Espíritu Santo el don de entenderla.
Hablar de mandamientos en un mundo increíblemente transgresor como el actual parece un contrasentido, inútil. Sin embargo, hoy es imprescindible tomar en serio los mandamientos, como siempre, pero hoy nos hacen mucha falta.
¿Por qué el ser humano de hoy se niega a cumplir con los mandamientos? Porque quiere ponerlos él.
¿Por qué el ser humano quiere poner los mandamientos y no acepta ni que sea Dios el que los ponga? Porque quiere ser Dios.
¿Por qué el ser humano hoy quiere ser Dios? Porque es un ser humano, inmaduro en el ejercicio de su libertad, porque se sigue dejando seducir y tentar por el que le dice: "¡Serán como dioses!".
El ser humano cree que puede ser Dios decidiendo qué está bien y qué está mal. Y lo único que consigue es perder claridad en su discernimiento, ya no ve nada sino confusamente. Perdió la luz, por más que con la tecnología actual se sienta capaz de iluminar el mundo. Perdió la verdad, por más que se sienta capaz de tener toda la información del mundo. Perdió el poder sobre la naturaleza porque la arruinó y olvidó que debía administrarla, no adueñarse. Perdió la naturaleza porque no la respetó. Perdió su naturaleza porque no se conoció a sí mismo, no descubrió su identidad sino que la construyó, no la descubrió porque no supo ver, no supo ver porque no se dejó mostrar, y no se dejó mostrar porque no quiso aceptar el don, ni quiso aceptar el don porque no quiso aceptar al otro, porque deseó que el otro no exista. Y así también perdió vivir con plenitud su propia existencia. Por no amar, no respetar, no ver, no oír, no sentir, no reír, no disfrutar, no gozar, no disfrutar lo gratuito, no danzar ni bailar ni compartir el baile, ni la mesa, ni la vida: el hombre sin mandamientos se muere de horrible muerte.
¡Qué cadena! Sí, causas y efectos encadenados, entrelazados, combinados, que enajenan al ser humano de su ser y de su vocación.
El ser humano es un peregrino, un caminante, y las encrucijadas son ineludibles. En cada encrucijada hallará señales (no siempre es así en los caminos hechos por el hombre, pero sí en los caminos de Dios) que le indicarán cuál camino le conviene seguir para llegar al destino feliz de su vida.
Esas señales a veces dicen "Ven por aquí", a veces dirán "No vayas por aquí". Pero ambos tipos de señales ayudan a hallar el camino correcto.
Hoy el Señor plantea los dos mandamientos principales, en la primera forma: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Éste es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
¿Quieres vivir? Haz esto.
¿Quieres morir? No lo hagas.
¿Por qué nos hace falta que Dios nos tenga que dar como mandato lo que nos hace tanto bien? ¿Por qué nosotros elegimos oponernos, incluso sabiendo, que oponernos nos hace daño? ¿Por qué el ser humano, hoy, aún no aprende a ver que la tentación de desafiar a Dios, de querer usurpar el poder de Dios, de querer determinar qué es lo bueno y qué es lo malo, es tan antigua que está en el primer libro de la Biblia, en el capítulo 3, y que a pesar de llamarnos modernos ("posmodernos" inclusive) parecemos no haber salido del inicio de la historia...?
Feliz el que vive estos mandamientos con la gratitud de quien necesitando una señal en una encrucijada desconocida la halló clara. 
Feliz el que ama a Dios y al prójimo.
Feliz el que se ama a sí mismo como a Dios y al prójimo.
Feliz el que ama a Dios sobre todas las cosas.
Feliz el que ama al prójimo como Dios.
Feliz el que ama al prójimo como a sí mismo.
Feliz el que se ama.
Feliz el que ama.
Feliz el que ama de verdad.
Feliz el que por amar de verdad es capaz de amar siempre.
Feliz el que por amar siempre es capaz de dar la vida.
Permíteme que te pregunte:
¿Serías capaz de dar la vida por Dios? Si es sí, lo amas.
¿Serías capaz de dar la vida por tu prójimo? Si es sí, también lo amas.
¿Serías capaz de dar la vida por ti? Si es sí, también de verdad te amas.
Gracias por amar.
Que el Señor bendito y la Hermosa Madre nos bendigan y nos fortalezcan para que nuestro amor sea cada vez mayor.

1 comentario:

miriam dijo...

hermosa homilía...perfecta homilía...no cabe agregarle nada, ni una sola palabra, solo compartirla,y llevarla a otros para que muchos mas la lean, la mediten y la guarden en su corazón transformando estas palabras en hechos, en obras, en actitudes de vida.

quien es capaz de hablarnos de los mandamientos y describir el amor de Dios de esta manera, sin duda es un ser de luz, un "caño vacío" donde se refleja la cálida luz del Señor que nos ilumina siempre, si se lo permitimos.

que Dios nos bendiga siempre.