jueves, 20 de enero de 2011

HOMILÍA DE LA FIESTA PATRONAL DE SAN SEBASTIAN, Allen, 20 de Enero de 2011.


Pidamos primero a nuestra Hermosa Madre la Virgen que nos consiga del Espíritu Santo entender la Palabra.


¿Por qué buscamos hoy a Jesús aquí?
¿Por qué celebramos la fiesta de San Sebastián, un mártir de Cristo?
¿Por qué San Sebastián dio la vida por Cristo?
¿Por qué nosotros tenemos que continuar la obra de Sebastián y de Jesús?

Tener necesidades es lo más común para nosotros. Y saciar esas necesidades, cubrir esas necesidades, es algo que nos provoca ansiedad y nos lleva a recurrir a cualquier cosa.
Hay quienes recurren a curanderos con la esperanza de ser sanados inmediatamente de su enfermedad. Muchos ni saben cuál es el origen de sus enfermedades, de sus dolencias, de sus males, y no llegan a sanar del todo nunca.
Con Jesús la sanación es total, si nos dejamos tocar por Él, no si lo tocamos nosotros a Él.
El que lo toca con ánimo de arrebatarle algo, como máximo recibirá eso que busca.
El que se deja tocar por Él recibirá la totalidad de la salud, la física, la mental y espiritual.
No midamos la salud sólo por el bienestar físico. Sabemos bien que a veces no hay bienestar psíquico ni espiritual. No somos fáciles, no somos tan simples nosotros. Nos hace falta crecer en todos los sentidos como personas humanas para morir con el corazón abierto para el encuentro definitivo con Dios.
No hay medida para ese crecimiento, por eso no debemos compararnos unos con otros, ni debemos detenernos creyéndonos satisfechos. Si hay alguna medida es la de Dios, y Dios es perfecto en su amor. Nuestro amor nunca será perfecto pero Él lo irá perfeccionando con su gracia.

Celebramos la fiesta de San Sebastián por su coraje, por su valentía en evangelizar a pesar de estar entre gente que se lo prohibía, y porque vemos la obra de Dios en él cuando lo fortaleció en todo.
Nos sentimos identificados con Sebastián porque queremos anunciar a Jesús y no es fácil,
queremos luchar por la dignidad de los hermanos y no es fácil,
queremos aguantar cuando nos atacan y no es fácil,
queremos servir y no es fácil,
queremos transformar la sociedad para que sea menos egoísta y no es fácil,
queremos que haya justicia y no es fácil. Etc.
Todas son como flechas que nos quieren matar como a él.

San Sebastián tuvo la fortaleza que Dios le dio y él creyó plenamente en el Señor Jesús porque lo sabía Dios, porque lo sabía Sumo Sacerdote que intercedía por Él, porque sabía que Jesús se ofreció por él al Padre como víctima del sacrificio expiatorio, y porque Dios lo aceptó lo sentó a su derecha y lo hizo ministro del Santuario, administrador de los bienes de la alianza nueva que fue sellada entre Dios y nosotros con la sangre del Hijo de Dios.
Creamos en Jesús, como Sebastián, con la seguridad de que por Él somos salvados, somos fortalecidos, somos bendecidos siempre, somos animados a seguir la obra de la evangelización y salvación que Jesús hizo y que Sebastián con su vida continuó y nos legó su ejemplo.

Porque somos miembros del Cuerpo de Cristo, porque somos miembros del Pueblo de Dios, porque somos la Iglesia, nos legaron la continuación de la obra salvífica y testimonial.
No somos una institución externa solamente, de miembros como de un club, sino interior, participamos de un mismo don, el don del Espíritu de Jesús, no sólo de una “mística” como si la inventáramos nosotros, una ilusión, un programa de vida, por el contrario, participamos de algo que nos fue dado desde arriba, que nos fue infundido desde Jesús porque Él nos envió como Él fue enviado por el Padre.
Nos envió a mostrarlo al mundo,
nos envió a consolar a la gente,
a decirles que Dios los ama de verdad, y a contarles cómo hemos sido amados nosotros,
a fortalecer la esperanza de la gente,
a luchar por ellos y con ellos para que tengan una vida libre del mal en todas sus formas,
a convencerlos de seguir los pasos del Señor Jesús que nos enseña a ser hijos de Dios,
a fomentar la paz entre las familias,
a reconciliar a la gente,
a orar con ellos y por ellos,
a servirlos en sus necesidades más duras,
a darles de comer sobre todo el Pan de Vida y el Pan de la Palabra,
a hacerlos sentir familia, miembros de nuestra familia eclesial,
a infundirles confianza y Espíritu Santo,
a animarlos a abandonar la vida vieja del pecado y caminar en la gracia de Dios,
a tener una incansable caridad con ellos e invitarlos a vivir la caridad también a ellos.
No buscan ver una Iglesia organizada (que también debemos serlo) sino que buscan ver una Iglesia que ama de verdad y que está organizada por el amor y para el amor.
Por eso no luchamos como las organizaciones de lucha que antagonizan con el otro convirtiéndolo en enemigo.
Nosotros somos una Iglesia que siente amor por toda la humanidad, como Jesús,
que si bien rechaza el pecado no rechaza al pecador,
que si bien lucha por la justicia tratamos de no cometer injusticia,
que si bien luchamos por la verdad tratamos de vivir en la verdad,
que si bien vemos la paja en el ojo ajeno también vemos la viga que tenemos en el propio.
El otro no es nuestro enemigo, sino nuestro hermano, nuestra hermana que necesita tanto amor como nosotros para ser salvado. El enemigo es el mal, es el pecado, es la muerte y el diablo. El ronda como león rugiente queriendo devorarnos. Y nosotros viviendo sobriamente nos mantendremos firmes en la fe y veremos cómo es vencido por Jesús Salvador. Nuestro mensaje a la gente, por la palabra y la acción, debe ser de ese temple, con esa esperanza, con ese amor que es capaz de redimir, el amor de Jesús, del cual somos testigos.

Que María, Madre de la Iglesia, nos ayude a ser la Iglesia viva, comprometida, santa y feliz que Allen necesita. Que el Señor Bendito y la Hermosa Madre los bendiga a todos.

1 comentario:

Abu dijo...

Excelente, poder entender la significación profunda de todas las Piedades que estan en el pueblo y generalmente no se sabe la verdadera significación que tiene, para acercarnos y unirnos al único Señor. Gracias también por bajarlo a la realidad de hoy y de nosotros. Creo que a todos algo importante nos dice. Bendito sea Dios que siempre nos envía Su Luz por todos los medios.