jueves, 27 de enero de 2011

Homilía para el Domingo 4º durante el año - Ciclo A

Lectura del libro del profeta Sofonías 2, 3; 3,12-13

Busquen al Señor, ustedes, todos los humildes de la tierra, los que ponen en práctica sus decretos. Busquen la justicia, busquen la humildad, tal vez así estarán protegidos en el Día de la ira del Señor. Yo dejaré en medio de ti a un pueblo pobre y humilde, que se refugiará en el nombre del Señor. El resto de Israel no cometerá injusticias ni hablará falsamente; y no se encontrarán en su boca palabras engañosas. Ellos pacerán y descansarán sin que nadie los perturbe.

Lectura de la Primera carta de San Pablo a los Corintios 1,26- 31

« Hermanos, tengan en cuenta quiénes son los que han sido llamados: no hay entre ustedes muchos sabios, hablando humanamente, ni son muchos los poderosos ni los nobles. Al contrario, Dios eligió lo que el mundo tiene por necio, para confundir a los sabios; lo que el mundo tiene por débil, para confundir a los fuertes; lo que es vil y despreciable y lo que no vale nada, para aniquilar a lo que vale. Así, nadie podrá gloriarse delante de Dios. Por él, ustedes están unidos a Cristo Jesús, que por disposición de Dios, se convirtió para nosotros en sabiduría y justicia, en santificación y redención, a fin de que, como está escrito: "El que se gloría, que se gloríe en el Señor".».

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 5,1-12a

Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo: “Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los afligidos, porque serán consolados. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios. Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí. Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo”.

Pidamos, en primer lugar, a nuestra Hermosa Madre, la Virgen María, que ore por nosotros al Espíritu Santo para que nos conceda el don de entender la Palabra de hoy.

¿La humanidad busca a Dios o Dios busca a la humanidad?

La verdad es que ambas búsquedas se dan pero nadie duda que la humanidad busca más a Dios cuando lo necesita y Dios busca siempre a la humanidad porque ama desde siempre y para siempre a la humanidad. Y en esa búsqueda que hace Dios también yo me tengo que sentir que soy su objetivo: Dios me busca a mí. Cada uno se lo debe decir a sí mismo muchas veces hasta que comprendamos que somos amados por quien no falla. Sin embargo, como muchas veces lo habremos experimentado, que Dios me busque me compromete. Como cuando alguien mayor nos buscaba cuando éramos pequeños y a veces eso nos daba cierto temor porque sabíamos que se venía algo, o una responsabilidad, o un mandado, o una pregunta, o lo que fuere y que nos desinstalaba un poco de nuestra comodidad. Muy pocas veces fuimos sorprendidos por un llamado que nos hayan hecho para regalarnos algo. Dios busca más para regalar que para pedir.

La humildad, llave que abre el corazón benevolente de Dios.

Cuando nos conocemos bien, sabemos que somos personas con virtudes y defectos, con capacidades y cualidades y al mismo tiempo con limitaciones y debilidades. Creernos autosuficientes nos lleva muchas veces a equivocarnos de ruta, a prescindir del otro, a aislarnos para no tener que escuchar las críticas de los demás, a dar pasos a ciegas creyendo que vemos. Por eso, el que es consciente de sus límites aprende a dejarse corregir, porque valora el aporte que la corrección le hace para su crecimiento personal. Lo mismo sucede con Dios. Cuando por fe queremos cumplir los mandamientos de Dios, y conociéndonos a nosotros mismos sabemos que pecamos mucho, se nos vuelve imprescindible buscar a Dios con humildad, para que Él nos perdone, nos aconseje, nos instruya, nos modifique, nos transforme y nos salve. Esa humildad abre el corazón benevolente de Dios que se derrama en gracias y dones que nos ayudan mucho más de lo que podemos imaginar, porque en un corazón humilde hay espacio para el Espíritu de Dios, y el Espíritu Santo nos va transformando desde adentro porque puede inspirarnos y haremos caso a sus inspiraciones. Aprenderemos así a pensar como Dios, a ver lo que Él ve, a querer lo que Él quiere, a amar lo que Él ama y como Él ama.

La humildad, llave que abre el corazón soberbio de la humanidad.

Algunos en la historia de la Iglesia han creído que la humanidad puede llegar a ser buena y santa sin la ayuda de la gracia divina. Pero la verdad no es esa. Porque la humanidad toda tiene una herida que la inclina al mal. No sólo porque no es perfecta, únicamente Dios puede ser perfecto. Sino porque la humanidad tiene inclinación a hacer el mal, a obrar con malicia, a elegir hacer lo que hace daño a otros y a sí misma. Sólo Dios nos podía dar a conocer el misterio de esto, la raíz de este misterio de la iniquidad en la humanidad, sólo Dios podía revelarlo, y en palabras de San Pablo: “Por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron”. Porque la humanidad toda es pecadora, excepto la redimida desde el momento de su concepción, la que fue inmaculada desde su concepción, la Santísima Virgen María, y por supuesto el Señor Jesús, decíamos, toda la humanidad porque es pecadora ha ensoberbecido su corazón. La humildad es la única llave que lo puede abrir.

La humanidad aprecia lo que Dios no aprecia.

La humanidad mide con sus ojos, pero su mirada es miope. Sólo ve bien lo que tiene cerca, lo que puede abarcar y dominar. Y establece así parámetros de lo “bueno”, lo “malo”, lo “in” o “out”, lo “cool”, lo bonito, lo bello, etc. pero movilizándose más por las sensaciones, emociones y sentimientos que siente que por lo bueno en sí, lo que tiene de bueno el ser de las personas, lo gratuito, lo dado por el Creador. Le cuesta establecer contacto con el Creador si lo que pretende es dominarlo. A Dios no se lo domina jamás.

Quien, por el contrario, se reconoce creatura, quien se reconoce hijo, quien se reconoce pecador y limitado, sabe que no puede acercarse a Dios con arrogancia y con engaño, con apariencia de bueno cuando su corazón pretende ganar con injusticia, etc. Pero a la insensatez de hoy ser así es ser débil, es dejarse dominar, es perder libertad, y llega a ser por tanto una cuestión de o Dios o yo. O Dios es para mí o no es, o Dios me ayuda o no le creo, o Dios me satisface mis gustos o es una mentira de las iglesias. Esa mentalidad utilitarista y oportunista, es la mentalidad de una humanidad que por infantil o adolescente aún tiene mucho por crecer, mucho por aprender, mucho por padecer hasta comprender que Dios no es un empleado, no es un comerciante, no es padrastro invasor, no es un monigote, no es un invento de ninguna sociedad, no es una conspiración de ninguna iglesia.

Dios elige lo que la humanidad no elige.

Dios elige, por iniciativa propia, lo que la humanidad no elige para hacer que la humanidad quede descolocada, confundida, y se pregunte ¿Por qué Dios obra así? Elige a los que la humanidad tiene por débiles “para confundir a los fuertes”, dirá San Pablo. Elige a los que la humanidad tiene por necios y a ésos les revela su sabiduría y los hace sabios. ¿Por qué? ¿Para qué? Para dar un mensaje: nadie se salva si no se hace uno con Jesús el Señor. Nadie encuentra el camino de la vida si no recibe la vida que Jesús da. Nadie va al Padre si no por Jesucristo. ¿Por qué? Porque tanto es el pecado de la humanidad, tanto es el dolor de la humanidad, tanto es el mal hecho, que había que hacerla de nuevo, volverle a plantear nuevamente el camino y la meta, para que la humanidad salga de su dolor.

La voluntad de Dios fue unirnos a Jesús, sabiduría y justicia, santificación y redención para nosotros.

Por compasión Dios habló muchas veces al pueblo de Israel para hacer con él una alianza para que el pueblo bendecido por Dios mostrara a todos los otros pueblos que Dios es un Dios de amor. Por compasión condujo al pueblo de Israel por los patriarcas y los profetas, indicándole el camino que lleva a la vida, por compasión lo acompañó al destierro y se le reveló en la tierra extranjera para que se dieran cuenta que Dios no está atado a la tierra sino que toda la tierra le pertenece. Por compasión lo devolvió a tierra que le había prometido. Por compasión le envió a su Hijo para que anunciara que el tiempo de gracia estaba cerca, que el Reino de los Cielos estaba cerca, que enseñara a cumplir en plenitud la ley de Dios para ser parte del Pueblo de Dios, parte de su rebaño. Por compasión venía animando un pequeño rebaño de fieles para que ese pequeño rebaño fuera signo para el resto de las ovejas dispersas. La voluntad de Dios fue unirnos a Jesús, sabiduría y justicia, santificación y redención para nosotros.

Las bienaventuranzas: nueva ley dada por Jesús, nuevo Moisés, a su pueblo para que el pueblo vuelva a Dios. Superando los mandamientos…

Jesús se presenta como nuevo Moisés, que subiendo al monte hace bajar del monte las nuevas tablas de la Ley. Esas nuevas leyes no anulan la anterior Ley, sino que la muestran en su plenitud, enmarcadas en la compasión infinita de Dios por la humanidad. Esas nuevas leyes son las bienaventuranzas, que expresadas como frases paradojales de felicidad dan una nueva luz a las vivencias dolorosas de la humanidad humilde y vapuleada, la que sin querer hacer el mal sufre por el mal que los otros le infligen. Ya no se trata de enseñar a un pueblo que era como un niño a quien había que educar diciéndole “No hagas esto”, “No hagas aquello”. Se trata ahora de decir a un pueblo que ha crecido y sufre conscientemente los límites de la vida, los dolores de querer hacer las cosas bien en medio de un mundo de personas que no quieren crecer ni hacer las cosas bien, de decirle a ese pueblo que ser bueno vale la pena, que es ser como Dios, que podrá ver a Dios aunque el resto del mundo le grite que Dios no existe. Es un anuncio que consuela a los que sólo tienen a Dios por defensor, al “Pequeño Resto de Israel que no cometerá injusticia ni hablará falsamente”, como dijo Isaías.

¿Hoy la humanidad se deja encontrar por Dios?

Hoy escuchamos nosotros estas palabras del monte, estas bienaventuranzas. Y no son para ser escuchadas como una historia, sino como un mensaje actual. Son dichas de nuevo hoy para nosotros hoy. Nos tienen que dar el consuelo que pretenden dar, pero para eso hay que sintonizar el corazón con el corazón de Jesús y el del pueblo, pequeño rebaño, humilde y que espera en Dios.

Son frases para escuchar al atardecer y al amanecer. Son frases para descansar y para retomar el ánimo. Son anuncios de regocijo en medio de las tristezas. Volvamos a casa dispuestos a buscar en nuestras biblias el capítulo 5 del Evangelio de San Mateo, y releamos, reescuchemos, repensemos, y demos acogida en nuestro corazón a ese mensaje. Nos espera una gran recompensa en el cielo.

Muchos no las oirán, lamentablemente. Muchos se dejarán encandilar con las luces falsas de este tiempo. Muchos se dejarán llevar por el pesimismo, la tristeza y el abatimiento y dejarán de confiar. Muchos de esta humanidad actual no quieren dejarse encontrar por Dios. Nuestro gozo y paz, nuestra confianza y serenidad, nuestra fuerza para luchar por el bien, afianzados en la escucha atenta de estas bienaventuranzas, serán un faro para los que nos vean, para que en las noches de las tinieblas que padezcan puedan algún día animarse a preguntarnos cuál es el origen de nuestra paz, confianza, serenidad y gozo, y será momento de decirles: “Jesús me habló y me dijo esto, y también te lo quiere decir a ti”.

Que la Santísima Virgen María, la humilde, la que escuchó y guardó todo en su corazón, nos acompañe en la escucha de hoy, en la fidelidad de hoy, en la constancia de hoy. Que el Señor bendito y la Hermosa Madre los bendigan mucho.

1 comentario:

miriam dijo...

gracias por estas palabras...
se avecinan momentos dificiles en mi vida familiar, por enfermedad de un pariente, y siento que estas palabras fueron escritas para mí, son exactamente lo que necesitaba. (esa es la magia de la palabra de Dios y de quien la trasmite: la leemos muchos, cada uno con sus diferentes problemas, pero c/u siente que "le caben", que fueron escritas para ayudar en su situación personal.
nuevamente gracias...sigan dandonos la palabra del Señor cada semana, que la seguiremos leyendo para así alimentarnos de ella y ponerla en practica, que es lo que el Señor nos pide.

Dios los bendiga siempre