viernes, 19 de agosto de 2011

Homilía para el domingo 21º durante el año - Ciclo A

Pidamos, en primer lugar, a nuestra Hermosa Madre, la Virgen María, que nos consiga del Espíritu Santo el don de entender la Palabra.

El evangelio de este domingo tiene un enorme peso para la vida de la comunidad de la Iglesia. En primer lugar hay que ver que cuando Jesús pregunta a sus apóstoles quién dicen ellos quién es Él, Pedro, porque el Padre se lo revela, le dice que Él es el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús reconoce que es el Padre que está en los cielos el que se lo ha revelado y no “la carne ni la sangre”, es decir, no el razonamiento humano. Es, por tanto, una gracia de Dios conocer la verdad sobre Jesús. Y para conocer a Jesús de verdad hay que pedir esa gracia. No alcanzan nuestros razonamientos humanos para agotar el misterio de Jesús.
Muchas veces hoy se ven por ciertos programas, pretendidamente serios y críticos, “investigaciones” sobre Jesús, sobre la Iglesia, sobre temas importantes para nosotros los católicos, pero sin la fe, es decir, con deducciones humanas, razonamientos humanos, muchas veces anacrónicos, con la mentalidad actual, tomando los textos fuera de su contexto para usarlos como pretextos para decir lo que se quiere y no para hallar con honestidad (y eso incluye la fe) la verdad.
La verdad como concepto y como realidad hoy está relativizada. El juicio crítico de la gente está exacerbado desde un criticismo sin rigurosidad intelectual, manipulado por las emociones y los impulsos y las ideologías que no admiten límites y relativizan todo. Esto hace difícil a todos, especialmente a los de buena fe, expresar su fe y dar razón de su fe.
Para tener verdadera fe, como adultos, hay que conocer los por qué, pero teniendo en cuenta que para eso hay que ilustrar la fe, es decir, al mismo tiempo que se practica la fe desde la obediencia a la voluntad de Dios, ahondar en el misterio conociendo las razones de la fe y de la verdad.
Sin lugar a dudas que para eso hace falta la gracia de la fe. Pero también hace falta quien nos transmita el “contenido” de la fe, lo que en la Iglesia llamamos el “depósito de la fe”. Ese “depósito de la fe” se transmite de generación en generación pero va creciendo porque la Iglesia va profundizando en la verdad. Nuestro Catecismo de la Iglesia Católica actual es mucho más amplio que el catecismo de las primeras comunidades cristianas, y es más chico que el que la Iglesia tendrá en los siglos venideros, no porque se inventen cosas nuevas, sino porque el Espíritu Santo nos irá haciendo comprender cada vez más la verdad de Dios y las consecuencias de esa verdad.
Por eso Jesús edifica la Iglesia sobre los apóstoles y coloca como piedra en la que afirmarse a Pedro que nos deberá confirmar en la fe y confirmar cuál es el “depósito de la fe” que hay que creer y acatar y vivir. Nosotros necesitamos la verdad, si queremos vivir honestamente nuestra fe y nuestro seguimiento de Jesucristo nuestro maestro.
Jesús “inventa” la Iglesia, convoca a los creyentes a formar parte de su cuerpo que es la Iglesia, y del cual Él es la cabeza, al modo de decir de San Pablo.
Muchos desconfían de los hombres, y muchas veces con razón. Pero desconfiar de todos y de todo es llegar a desconfiar del poder de Dios que sana, salva, transforma y gobierna con su sabiduría infinita todo incluso a través y en medio de las fallas humanas. Al creyente de hoy se le hace mucho más difícil creer y conocer en verdad a Dios porque por todos lados gritan otras voces que ocultan la verdad o la disfrazan o intentan confundir. El verdadero discípulo hoy tendrá que arriesgarse a crecer exigido, a superar sus intereses personales, sus caprichos, sus debilidades, su ansia de dominarlo todo, para entregarse a Dios, dejarse conducir, volverse maduramente dócil en fe, ser convencidamente obediente a la voluntad de Dios.
El verdadero discípulo confía en la gracia de Dios, y en sabiduría de Dios, y se deja conducir por ella. El verdadero discípulo confía que la gracia de Dios actúa en Pedro y en sus sucesores, y que esa gracia transforma al ser humano, a todos los discípulos, porque los conduce por la verdad, por el amor, en el servicio fiel. Pedro y sus sucesores por la gracia deben y pueden ser fieles a la verdad y a las inspiraciones del Espíritu, y por esa misma gracia pueden ejercer la responsabilidad enorme que les dejó el Señor Jesús de atar y desatar, de abrir y cerrar, de administrar y servir, de cuidar y conducir. Bendito sea Dios que dispuso así las cosas para nuestro bien. Si no tuviéramos esa ayuda ¿quién podría llegar a la verdad, al Dios verdadero, quién conocería el verdadero camino hacia la vida y así salvarse?
Que la Hermosa Madre ore por todos nosotros y nos consiga de Jesús la gracia de la fe madura.

1 comentario:

miriam dijo...

A VECES QUEREMOS LLEGAR A JESÚS POR EL CONOCIMIENTO HUMANO, POR EL RAZONAMIENTO...Y ES AHÍ CUANDO ERRAMOS: A JESÚS LLEGAMOS POR LA FE, SOLO POR LA FE, POR LA GRACIA QUE SE NOS CONCEDE CUANDO HUMILDEMENTE ABRIMOS DE PAR EN PAR EL CORAZÓN PARA QUE DIOS ENTRE, SE INSTALE Y REINE, REALMENTE REINE EN NUESTRA VIDA.

..."El verdadero discípulo confía en la gracia de Dios, y en sabiduría de Dios, y se deja conducir por ella"...EN ESA ETAPA DE MI VIDA ESTOY. EL MISTERIO DE DIOS ES TAN GRANDE QUE NO ESTÁ EN MÍ COMPRENDERLO, SOLO CREO EN ÉL Y CONFÍO QUE ÉL ME GUÍE.
DIOS SOLO NOS PIDE: AMOR FRATERNO, HUMILDAD DE CORAZÓN, SOLIDARIDAD CON TODOS, PERO "TODOS" MIS HERMANOS. LO DEMÁS ES HUMO, RUIDO,TINIEBLA QUE NOS IMPIDE VER CLARAMENTE LO QUE JESÚS VINO A TRASMITIRNOS A MÍ, A VOS, A CADA UNO DE NOSOTROS:"AMENSE UNOS A OTROS". NO HAY OTRO PEDIDO DE DIOS A NOSOTROS,ESTO ABARCA TODO, ESTO ES LA ESCENCIA.

QUE DIOS NOS BENDIGA SIEMPRE