viernes, 18 de noviembre de 2011

Homilía para la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo - Ciclo A

Pidamos, primero, a nuestra Hermosa Madre, la Virgen María, que nos consiga del Espíritu Santo la gracia de escuchar y entender la Palabra de hoy.
Aunque hoy parece que hubiera impunidad para obrar cada uno como quiera aún si hace daño, porque las leyes se transgreden, los jueces demoran demasiado por estar tapados de trabajo, porque cuesta tanto que se haga justicia que nos cansamos, porque hay métodos "legales" para que los malos estén sueltos o salgan pronto, porque a los peores se les tiene miedo y se los considera intocables, porque a los débiles nadie parece defenderlos... Aunque todo esto suene a realidad, la verdadera realidad es otra: 
Todos vamos a ser juzgados por un juez imparcial y especialmente defensor de los pobres y débiles. No sólo es juez sino que es el Juez Supremo, sobre el cual no existe nadie al cual se pueda apelar.
Y por si fuera poco, no sólo es el Juez Supremo sino que también es el Supremo Legislador e intérprete de la Ley, por tanto nadie puede poner leyes que modifiquen o deroguen sus leyes.
El Juez Supremo y Supremo Legislador es un Juez Justo porque sus Leyes provienen de su infinita Sabiduría y Amor por los hombres. Por esa razón sus leyes son justas y justos sus designios. Como además de ser el Supremo Legislador y Juez Supremo, conoce absolutamente todo, conoce por tanto la real responsabilidad de cada persona en cuanto a los actos que haya decidido hacer en su vida. Por tal motivo, no se le puede engañar, y su sentencia es justa, siempre justa.
Esto quiere decir que todos vamos a ser juzgados por un Juez al que no se puede engañar, y que tiene todo el tiempo del universo y todos los recursos para juzgar. Jamás se jubila ni necesita de ferias judiciales. Trabaja siempre, conoce toda la verdad, y su sentencia será siempre justa.
Pero ¿sobre qué nos juzgará?
Según la Palabra: sobre los actos de amor que hayamos hecho o los que debimos hacer y no hicimos.
Jesús pone ejemplos muy sencillos para que nos demos cuenta que están a nuestro alcance, que no nos pide más que lo que podemos hacer. Y Él no los pide como si Él los necesitara, sino por quienes necesitan esos actos de amor: los pobres y los necesitados.
«Tuve hambre, tuve sed, estaba desnudo, enfermo, preso...»
«En la medida en que lo han hecho por uno de esos hermanos míos más pequeños... lo hicieron conmigo.»
El Juez Supremo se ha puesto en el lugar de los débiles e indefensos, de los que tenían necesidad de ayuda de parte de los que podían darla. Se ha puesto a esperar entre los que esperan, a pedir entre los que piden, a gritar entre los que gritan, a llorar entre los que lloran. El Señor ha recorrido el camino junto al caminante, a sufrido junto al sufriente, a padecido con el que padece. El Juez conoce todas las circunstancias donde el pobre y el necesitado reclamaban, y conoce la exacta respuesta nuestra. ¿Quién podrá argumentar algo distinto a lo que Él vio? 
Entonces, es momento de pensar con madurez en el destino que va teniendo nuestra vida. Si nos movemos conducidos por lo que hace la gente inmadura y transgresora, los que hacen el mal y se justifican de hacerlo y además promueven que otros lo hagan... perderemos la vida, iremos al "fuego eterno" (imagen por demás elocuente de sufrimiento y desesperación para siempre como castigo justo). Pero si nos movemos por la Ley de Dios, por sus preceptos y mandamientos, por amor a los pobres y necesitados, entonces nuestros actos harán realidad el Reino de los cielos donde los pobres y sufrientes son consolados, donde se hace justicia, donde se vive practicando la misericordia, y reinaremos con el Rey.
Dios sea bendito porque existe. Porque su amor es verdadero. Porque su justicia es auténtica. Porque su misericordia no anula su justicia, sino que la plenifica. 
Su misericordia se está viendo en el tiempo que nos está dando para que modifiquemos nuestra conducta antes del juicio final.
¡Gloria a nuestro Rey que está viniendo y que por su Espíritu nos está impulsando a ser libres del mal y a formar parte de su Reino cuando nuestras obras son obras de verdadero amor!
Que nuestra Hermosa Madre nos impulse a amar de verdad como Madre que es y nos aliente a querer formar con todos los seres humanos la gran familia de los hijos de Dios amados por Él.

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