martes, 1 de febrero de 2011

Homilía para el Domingo 5º durante el año - Ciclo A

Lectura del libro del profeta Isaías 58,7-10
Así habla el Señor: Si compartes tu pan con el hambriento y albergas a los pobres sin techo; si cubres al que veas desnudo y no te despreocupas de tu propia carne, entonces despuntará tu luz como la aurora y tu llaga no tardará en cicatrizar; delante de ti avanzará tu justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor. Entonces llamarás, y el Señor responderá; pedirás auxilio, y él dirá: «¡Aquí estoy!». Si eliminas de ti todos los yugos, el gesto amenazador y la palabra maligna; si ofreces tu pan al hambriento y sacias al que vive en la penuria, tu luz se alzará en las tinieblas y tu oscuridad será como al mediodía.

Lectura de la Primera carta de San Pablo a los Corintios 2, 1-5
Hermanos, cuando los visité para anunciarles el misterio de Dios, no llegué con el prestigio de la elocuencia o de la sabiduría. Al contrario, no quise saber nada, fuera de Jesucristo, y Jesucristo crucificado. Por eso, me presenté ante ustedes débil, temeroso y vacilante. Mi palabra y mi predicación no tenían nada de la argumentación persuasiva de la sabiduría humana, sino que eran demostración del poder del Espíritu, para que ustedes no basaran su fe en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 5, 13-16Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo.
Oremos, en primer lugar, a nuestra Hermosa Madre la Virgen, para que ella nos consiga del Espíritu Santo el don de entendimiento de la Palabra.

¿A ver si nos identificamos con alguno o con varios de estos?
Los que reciben las palabras de Jesús proclamadas en las bienaventuranzas;
los que han madurado como personas y saben que la lucha es una lucha diaria, y que no terminan nunca de obrar mal los que obran mal;
los que a conciencia trabajan denodada y constantemente por la justicia en un mundo donde las injusticias se suceden una tras otra en medio de una colosal impunidad;
los que saben del valor de la obra diaria, calladita, humilde, por el bien de los demás;
los que siguen honestos a pesar de tantas deshonestidades;
los que hasta en la Internet son sinceros y dicen la verdad porque tienen un corazón puro y no se esconden detrás de mentiras para permitirse transgredir su propia conciencia moral;
los que cuando dijeron una palabra la respetan, los que cuando se comprometieron con una promesa la cumplen por honor;
los que aguantan y aguantan en la verdad;
los que perdonan siempre, los que siempre dan una nueva oportunidad, los misericordiosos;
los que ahora por ser cristianos y por ser católicos están dispuestos a sufrir las agresiones que reciben de otros;
los que por cumplir con su deber son blanco de burlas, desprecios, desprestigios, violencia y terror;
los que a pesar de todos los mensajes en contra siguen mostrando que Dios está y ama y lo enseñan a sus niños;
los que comparten el pan de su mesa con los hambrientos, no sólo lo que les sobra, sino lo que tienen en su mesa;
los que dan alojamiento a los que no tienen techo y soportan todos los inconvenientes que eso puede traer con la alegría de dar cobijo al desamparado;
los que no miran para otro lado cuando ven sufrir a alguien; los que se animan a prestar el oído aunque no sepan qué decir;
los que no huyen del sufrimiento del otro;
los que no oprimen a los que conviven con ellos con violencias, gritos, agresiones, golpes, insultos, sino que tienen palabras de paz y reconocimiento de los otros, palabras dulces y sensatas, serenas y comprensivas; los que no mienten a pesar de todo, y los que no son agresivos en su sinceridad, porque se fijan si es oportuno, si va a hacer bien, si vale la pena;
los que no apuntan con el dedo, acusando sin piedad;
los que saben disimular los defectos ajenos;
los que no hablan obscenidades sino que cuidan cada palabra que dicen para que sea palabra que edifique y no que destruya;
los que consuelan siempre a los afligidos;
todos estos tienen el verdadero estilo de vida de un discípulo de Jesús.
Han evolucionado de ser creyentes a ser discípulos. Han crecido y dan un sabor distinto al mundo, un sabor distinto a la Iglesia. Son la sal de la tierra.

Los predicadores que hoy necesita el mundo.
Los que se han encontrado con Jesús en su corazón y hallaron un Dios hecho hombre que amó cordialmente, y que entregó su vida en la cruz para que el mundo aprendiera a perdonar, a estar reconciliado, a vivir la libertad del amor a ultranza;
los que se encontraron con la interpelación de su perdón;
los que se dieron cuenta de que fueron rescatados del mal y de la muerte por la sangre que pagó nuestro rescate;
los que se dejaron querer y recibir por el Señor, y pusieron en sus manos sus debilidades y pecados y su vida entera y experimentaron el amor que no falla;
los que oyeron su mensaje y lo recibieron como tierra sedienta;
los que experimentaron la fuerza del Espíritu inundándoles de amor el corazón y poniendo fuego en su interior que los hacía salir de su comodidad y atender a los necesitados;
los que se animaron a enamorarse de la Palabra y la escuchan día y noche, y la comparten sin vergüenza con otros;
los que participaron de catequesis, grupos bíblicos, reuniones de oración y de reflexión, y saben bien cómo consuela, anima y fortalece el compartir la fe y la Palabra con otros;
los que decidieron oír la Palabra en sus corazones con apertura y decisión de vivirla;
los que obedecieron la Palabra y se fueron convirtiendo;
los que aprendieron a tener misericordia, paciencia, esperanza, confianza, entrega, respeto, humildad y valentía;
todos estos saben bien que la predicación les hizo mucha falta, y no una predicación elocuente de alguien que sabía hablar y decir las cosas brillantemente, sino alguien que les mostrara de verdad el amor infinito del Dios bueno que se comprometió con nosotros con todo su ser.
Pablo predicaba ese amor manifestado en Cristo Jesús crucificado.
No tengamos miedo de mostrar la cruz de Jesús, con la conciencia clarísima de que Él está vivo, no crucificado. Pero fue por la cruz que nos salvó y no por su estar sentado a la derecha del Padre. Fue por la cruz que nos liberó y no por haber ascendido al cielo. Fue por la cruz que nuestras culpas y deudas fueron pagadas, y no por la resurrección. Es la cruz el hecho que nos golpea la conciencia. Es la muerte de Jesús. Por ella recibimos la vida.
Por esta razón no predicamos nuestra manera de vivir la fe, no predicamos nuestra Iglesia, no predicamos nuestras misas, sino que lo predicamos a Él, que se entregó por nosotros y en la cruz murió para nuestra liberación. No nos predicamos a nosotros sino a Cristo y éste crucificado.
Y así nos volvemos luz para este mundo.

Los discípulos misioneros que hoy necesita el mundo.
Este mundo tiene muchas luces y muchas tinieblas. Muchos no reconocen las que tienen delante, o las que tienen dentro, o las esconden o las niegan. Muchos han arrojado a Dios de sus corazones, han dejado de creer porque no pudieron tener lo que querían, no se animaron a dar lo que debían.
Se usa el nombre de Dios más en vano que en serio.
La juventud ha perdido la oportunidad de ver los valores que los mayores tenemos porque no los mostramos por miedo al rechazo. Ellos tienen pánico al rechazo y buscan por todos los medios ser populares. Jesús no fue popular, fue bueno.
Se tergiversan muchas cosas que hacen a la identidad de las personas y muchos pierden su propia identidad, porque sólo se quedan en la apariencia y muchas veces copian y no son originales.
Muchos varones parecen haber perdido cómo ser varones.
Muchas mujeres parecen haber perdido cómo ser mujeres.
Muchos católicos hemos dejado de amar y respetar a Dios, a Jesús y a María como ellos se merecen.
Hay ideologías que no respetan la libertad religiosa, ni la conciencia moral de la gente.
La corrupción se encarama en ámbitos de poder.
El odio crece entre los pueblos.
El hambre camina por la tierra.
Los inocentes son exterminados.
La familia desintegrada.
La tecnología ha creado campos de concentración masivos en los hogares.
El hombre no valora la vida.
Las drogas sobreabundan sin control.
Hemos enterrado los mandamientos para no sentir remordimientos.
La Virgen, que peregrina por el mundo en busca de almas, es despreciada y negada.
El Cuerpo y Sangre del Señor no son recibidos dignamente.
El Señor es despreciado una y otra vez.
Los falsos profetas proliferan, el mal se ha apoderado de muchos.
La naturaleza azota una y otra vez al hombre.
Los aires de guerra se escuchan por doquier.
Los templos yacen vacíos.

En este mundo hay que ser luz.
Con la alegría de los que saben que su fuerza no está en ellos sino el Espíritu de Dios.
Con el gozo de los que se alegran con la alegría del otro.
Con la esperanza de los que se esperan cuando el otro está en el pozo hasta verlo salir, de los que se alegran cuando el otro va dando pasitos hacia la libertad, de los que confían en que la Palabra de Dios no pasará sin dar frutos.
Con el entusiasmo de los que aman a Dios, lo nombran siempre, y testimonian su amor por todas partes sin vergüenza alguna.
Con la firmeza de los respetan la palabra dada, de los que están convencidos del valor de las enseñanzas de Dios, de los mandamientos de Dios, de la pertenencia a la comunidad eclesial.
Con la madurez del que asume sus propias debilidades y las de los demás.
Con la libertad del que coincide consigo mismo y coincide con Dios.
Con el amor de los que saben perdonar siempre.
Con la caridad de los que saben ayudar siempre.
Con la fidelidad de los que no se van porque saben amar.
Con la sobriedad y moderación de los que saben ponerse límites a sí mismos y no se permiten transgredir para hacer daño.
Con la expectación permanente de los que saben que el Señor está viniendo.
Con la labor incesante de quienes se animan a seguir educando, despertando conciencias, compartiendo experiencias, legando lo aprendido, ayudando a otros a mejorar sus vidas.
Con la cercanía al que sufre, en sus luchas, en sus reclamos legítimos, llevando una presencia pacificadora.
Con el fervor de los que saben orar y adorar al Señor, y lo tienen en cuenta, y visitan las iglesias, visitan a Jesús sacramentado, los que aprovechan el silencio del templo para orar.
Con la oración de los que ponen a todos en las manos misericordiosas del buen Dios porque aman a todos y buscan el bien de todos…

La gente glorificará al Padre que está en los cielos al ver nuestras buenas obras. Y nosotros nos llenaremos de gozo porque el Padre será honrado por todos. ¡Ánimo! ¡Manos a la obra!

Que María, la Hermosa Madre, siempre orante, siempre atenta a las necesidades de los otros, siempre humilde, libre y feliz, sea nuestra catequista, maestra, guía y acompañante en la misión de ser los transmisores de la Buena Noticia.

4 comentarios:

Abuela dijo...

UNA REFLEXIÓN PRÁCTICA Y CLARIFICADORA...NOS CUESTIONA A PARTIR DE LA PALABRA PARA VERNOS COMO CRISTIANOS... CUÁL ES EL TESTIMONIO QUE DAMOS...

PREGUNTARNOS SI SOMOS LUZ...AUNQUE SEA PEQUEÑITA EN LAS SITUACIONES DIARIAS...SI NUESTRA VIDA ILUMINA, AYUDA A CREAR ESPERANZA...EN LA VIDA DE LOS HERMANOS QUE SUFREN....SI SOMOS PUENTE PARA CONOCER A JESÚS LIBERADOR O SOMOS BARRERA PARA EL ENCUENTRO CON ÉL...
MUY BUENA HOMILÍA. GRACIAS!

Ma Visitación dijo...

Llega hondo ... cuestiona ... invita a cambiar... a dejarse iluminar adentro para que luego esa luz ilumine a otros ...

Unknown dijo...

Qué cómodo sería decir no siento que me llamas Señor, quedaría libre para decir lo que otros quisieran que diga, para darles satisfacción a ellos pero no a Tí Señor.
Pero dentro mío me destruiría por no ser fiel a lo que siento que me pides. No puedo mentir.
No quiero ser cómoda, sino vivir para hacer tu voluntad.
Aquí estoy Señor, ya tienes mi SI dado de todo corazón, Tú sabes como es mi vida, quien soy, como soy.

miriam dijo...

"Hemos enterrado los mandamientos para no sentir remordimientos".....
"En este mundo hay que ser luz"....
"Con la labor incesante de quienes se animan a seguir educando, despertando conciencias, compartiendo experiencias, legando lo aprendido, ayudando a otros a mejorar sus vidas"....(rescato estos 3 párrafos, que son la esencia de la homilía, según lo entiendo )

y, si... este es el mundo que tenemos...en este contexto nos toca vivir.
DESENTERREMOS los mandamientos y proclamemos la palabra del Señor con nuestras vivencias, con las pequeñas obras de cada día...

Vivamos con luz, con la luz que Él nos da cada día para ayudar a nuestros hermanos, amándonos como verdaderos hermanos.

que el Señor los bendiga siempre