jueves, 24 de febrero de 2011

Homilía para el Domingo 8º durante el año - Ciclo A


Lectura del libro de Isaías (Is 49, 14-15)

Sión decía: “El Señor me abandonó, mi Señor se ha olvidado de mí”. ¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te olvidaré!

Salmo 61 (62)

Sólo en Dios descansa mi alma.

Sólo en Dios descansa mi alma, de él me viene la salvación. Sólo él es mi Roca salvadora; él es mi baluarte: nunca vacilaré.

Mi salvación y mi gloria están en Dios: Él es mi Roca firme, en Dios está mi refugio.

Confíen en Dios constantemente, ustedes, que son su pueblo, desahoguen en él su corazón, porque Dios es nuestro refugio.

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto (1Cor 4, 1-5)

Hermanos: Los hombres deben considerarnos simplemente como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que se pide a un administrador es que sea fiel. En cuanto a mí, poco me importa que me juzguen ustedes o un tribunal humano; ni siquiera yo mismo me juzgo. Es verdad que mi conciencia nada me reprocha, pero no por eso estoy justificado: mi juez es el Señor. Por eso, no hagan juicios prematuros. Dejen que venga el Señor: él sacará a la luz lo que está oculto en las tinieblas y manifestará las intenciones secretas de los corazones. Entonces, cada uno recibirá de Dios la alabanza que le corresponda.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo (Mt 6, 24-34)

Dijo Jesús a sus discípulos: Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero. Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos? ¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida? ¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! No se inquieten entonces, diciendo: «¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?». Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan. Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción.

Pidamos, en primer lugar, que nuestra Hermosa Madre la Virgen nos consiga del Espíritu Santo el don de entender la Palabra.

Varias veces en mi vida encontré personas que no sabían para qué vivir.

No tenían un objetivo, no tenían una razón. Preferían morirse, pero no querían matarse.

Se les había vuelto sin razón el vivir.

También encontré gente cuya razón para vivir era tener dinero para tener cosas, hacer cosas, sentirse poderosos, darse la “gran vida”.

Gracias a Dios, también tuve oportunidad de relacionarme con gente que sí sabía vivir, y que había experimentado el valor de la vida y había encontrado alegría en dar y en darse, en servir y en amar, en compartir y en hacer muchas obras –heroicas incluso– por los necesitados, por niños, por ancianos, por enfermos, por pobres, por campesinos desprovistos de sus tierras, por gente herida por injusticias… incontables obras de caridad eximia.

“¡Yo no te olvidaré!”, dijo el Señor. ¿Por qué nosotros sí lo olvidamos? ¿Por qué queremos servir más al dinero que a Dios? ¿Servirnos más a nosotros mismos y a nuestros antojos que a Dios? ¿Por qué no le somos fieles? ¿Por qué llegamos a comportarnos ante Dios como si Él estuviese al servicio de nosotros? ¿Por qué llegamos a prescindir de Él, a vivir como si Él no existiera? ¿Por qué nos ocultamos la verdad a nosotros mismos de que el juez es el Señor, quien “sacará a la luz lo que está oculto en las tinieblas y manifestará las intenciones secretas de los corazones”?

“No se inquieten por su vida” nos dijo Jesús. Porque “el Padre que está en el cielo sabe bien lo que ustedes necesitan”. “Si Dios viste la hierba de los campos…¡cuánto más hará por ustedes hombres de poca fe!”

Sí que nuestra fe es poca. Es infantil. Llegamos a creer que tener dinero es malo. Y no lo es. Pero lo es si tengo dinero a costa del sufrimiento de otros. Pero si lo gano sin hacer sufrir a nadie, sin engañar a nadie, sin estafar a nadie, si lo gano por mi esfuerzo, mi inteligencia, mi capacidad, mi trabajo, es bueno que haga mucho dinero, y que con ese dinero glorifique a Dios, haga que la vida de otros mejore, que mi vida mejore y yo honre a Dios con mi trabajo, mis actitudes, mi generosidad, mi responsabilidad, mi honestidad.

No puedo servir a Dios y al dinero. Tengo que servir a Dios con el dinero. Tener ambiciones no es malo. Ambicionar desmedidamente sí. Ambicionar tener dinero para tener cosas, para hacer cosas, sentirse poderosos, darse la “gran vida”, es mirar demasiado cerca, perder el verdadero horizonte de la existencia.

No ambicionar nada porque no encuentro valor a nada, es también mirar demasiado cerca y perder el horizonte de la vida.

Jesús nos invita a focalizar nuestros esfuerzos en la vida en la búsqueda del Reino de Dios y su justicia: “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura”. Por eso las personas que supieron ver el valor de hacer obras buenas por amor a los demás, por atender a necesidades de los demás, ésas personas han encontrado el Reino de Dios y su justicia. Y si bien les ha costado siempre esfuerzo, porque hay demasiados “distraídos” que no quieren ayudar, Dios con su providencia les ha dado lo que necesitaban por añadidura.

Hacer el bien, compartir, unidos para vivir el Reino

Es indispensable dar por sentado que parte de nuestra vida tiene que ser donada a los demás, a su servicio. Que nuestra vida entera le pertenece a Dios y tiene que ser para su gloria. Que la búsqueda de riquezas debe ser para poder hacer más cosas buenas, y que beneficien a otros juntamente conmigo. Que debo ser fuerte para vencer mi egoísmo. Que tengo que animarme a compartir, que brindando beneficios a otros ganaré más que dinero. Que tengo que ser honesto, ético en mi obrar, que no debo esconderme detrás de que los otros hacen para yo darme permiso para ser deshonesto. La justicia del Reino de los cielos la hago yo con mi obrar justo, honesto y responsable. La justicia del Reino es vivir como en el Reino de los cielos, no en el reino del dinero, de la ambición egoísta que lo maneja.

Que nuestra Hermosa Madre, la Virgen, nos haga experimentar por su amparo la promesa de Dios “¡Yo no te olvidaré!”, y que nos estimule siempre su ejemplo para servir a Dios y al prójimo siempre con todas nuestras obras.

El Señor bendito y la Hermosa Madre los bendiga mucho.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

ES UN CAMINO....UNA VA DESPACITO HACIÉNDOLO. A VECES SE RETROCE, A VECES SE AVANZA EN ESTE "DAR EL LUGAR QUE CORRESPONDE A LO MATERIAL"
Y A VECES, COMPARANDO CON AQUÉL QUE COMPARTE MENOS, SURGE LA INCERTIDUMBRE....ESTARÉ HACIENDO BIEN? NO SERÁ MEJOR DAR UN POCO MENOS DE TIEMPO, COMPARTIR UN POCO MENOS DE LOS BIENES...Y ASEGURARME PARA MÍ Y MI FAMILIA UNA BUENA ATENCIÓN DE LA SALUD, UNOS AHORROS, OTRA PROPIEDAD...Y ASÍ ENTRAMOS EN UNA, NO SÉ SI LUCHA INTERNA, PERO SÍ, DUDA.
¿POR QUÉ?...DESCONFIAMOS DE LA PALABRA DE DIOS?... ¿DE SUS PROMESAS?...PIDAMOS A DIOS QUE AUMENTE NUESTRA FE, PIDAMOS A DIOS, TAMBIÉN QUE SEPAMOS DESCUBRIR Y DISFRUTAR LOS FRUTOS DE LA GENEROSIDAD Y LAS ACCIONES DE LA PROVIDENCIA.

miriam dijo...

hermosas palabras...fuertes...profundas...cuestionadoras...pero son el reflejo de nuestra sociedad.
yo creo que el dinero no lo debemos ver como un fin, sino como un medio, una herramienta mas para proveernos y proveer a otros de lo necesario,ojo!!!...DE LO NECESARIO, de lo indispensable para vivir, no de lo superfluo. y aquí debemos usar nuestra capacidad de discernir qué es necesario y qué no lo es.

gracias Señor, porque cuando te pedí lo que yo quería Tú me diste lo que yo necesitaba.
algunas veces, muchas veces, lo que necesitaba no era lo que quería.
gracias por darme la gracia de reconocer esta diferencia.
Te pido me des el don del discernimiento para QUERER LO QUE NECESITO para llevar una verdadera vida de cristiano comprometido.
el único capital que nos llevamos al morir son nuestras obras (buenas y malas) y el Señor será el encargado de hacer el balance final. (qué saldo tendrá: deudor o acreedor?)
pidamosle la gracia de ser capaces de AMAR a nuestros hermanos y obrar en consecuencia.

Dios los bendiga siempre