jueves, 31 de marzo de 2011

Homilía para el 4to Domingo de Cuaresma - Ciclo A

Lectura del Libro Primero de Samuel (16, 1. 5-7. 10-13): El Señor dijo a Samuel: «¿Hasta cuándo vas a estar lamentándote por Saúl, si yo lo he rechazado para que no reine más sobre Israel? ¡Llena tu frasco de aceite y parte! Yo te envío a Jesé, el de Belén, porque he visto entre sus hijos al que quiero como rey». Sí, respondió él; vengo a ofrecer un sacrificio al Señor. Purifíquense y vengan conmigo al sacrificio». Luego purificó a Jesé y a sus hijos y los invitó al sacrificio. Cuando ellos se presentaron, Samuel vio a Eliab y pensó: «Seguro que el Señor tiene ante él a su ungido». Pero el Señor dijo a Samuel: «No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón». Así Jesé hizo pasar ante Samuel a siete de sus hijos, pero Samuel dijo a Jesé: «El Señor no ha elegido a ninguno de estos». Entonces Samuel preguntó a Jesé: «¿Están aquí todos los muchachos?». El respondió: «Queda todavía el más joven, que ahora está apacentando el rebaño». Samuel dijo a Jesé: «Manda a buscarlo, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que llegue aquí». Jesé lo hizo venir: era de tez clara, de hermosos ojos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: «Levántate y úngelo, porque es este». Samuel tomó el frasco de óleo y lo ungió en presencia de sus hermanos. Y desde aquel día, el espíritu del Señor descendió sobre David. Samuel, por su parte, partió y se fue a Ramá.   
Salmo 22: El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. El me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza. Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa. Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo. 
Lectura de la carta a los Efesios (5, 8-14):  Hermanos: Antes, ustedes eran tinieblas, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de la luz. Ahora bien, el fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad. Sepan discernir lo que agrada al Señor, y no participen de las obras estériles de las tinieblas; al contrario, pónganlas en evidencia. Es verdad que resulta vergonzoso aun mencionar las cosas que esa gente hace ocultamente. Pero cuando se las pone de manifiesto, aparecen iluminadas por la luz, porque todo lo que se pone de manifiesto es luz. Por eso se dice: Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo te iluminará. 
Evangelio de N. S. Jesucristo según san Juan  (9, 1-41): Al pasar, vio a un hombre ciego de nacimiento.  Sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?».  «Ni él ni sus padres han pecado, respondió Jesús; nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios.  Debemos trabajar en las obras de aquel que me envió, mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar.  Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo»  Después que dijo esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los ojos del ciego, diciéndole: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé», que significa "Enviado". El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía. Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar, se preguntaban: «¿No es este el que se sentaba a pedir limosna?». Unos opinaban: «Es el mismo». «No, respondían otros, es uno que se le parece». El decía: «Soy realmente yo». Ellos le dijeron: «¿Cómo se te han abierto los ojos?». El respondió: «Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo: «Ve a lavarte a Siloé». Yo fui, me lavé y vi». Ellos le preguntaron: «¿Dónde está?». El respondió: «No lo sé». El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos. Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los ojos. Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver. El les respondió: «Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo». Algunos fariseos decían: «Ese hombre no viene de Dios, porque no observa el sábado». Otros replicaban: «¿Cómo un pecador puede hacer semejantes signos?». Y se produjo una división entre ellos. Entonces dijeron nuevamente al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos?». El hombre respondió: «Es un profeta». Sin embargo, los judíos no querían creer que ese hombre había sido ciego y que había llegado a ver, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: «¿Es este el hijo de ustedes, el que dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?». Sus padres respondieron: «Sabemos que es nuestro hijo y que nació ciego, pero cómo es que ahora ve y quién le abrió los ojos, no lo sabemos. Pregúntenle a él: tiene edad para responder por su cuenta». Sus padres dijeron esto por temor a los judíos, que ya se habían puesto de acuerdo para excluir de la sinagoga al que reconociera a Jesús como Mesías. Por esta razón dijeron: «Tiene bastante edad, pregúntenle a él». Los judíos llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron: «Glorifica a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador». «Yo no sé si es un pecador, respondió; lo que sé es que antes yo era ciego y ahora veo». Ellos le preguntaron: «¿Qué te ha hecho? ¿Cómo te abrió los ojos?». El les respondió: «Ya se lo dije y ustedes no me han escuchado. ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿También ustedes quieren hacerse discípulos suyos?». Ellos lo injuriaron y le dijeron: «¡Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés! Sabemos que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de dónde es este». El hombre les respondió: «Esto es lo asombroso: que ustedes no sepan de dónde es, a pesar de que me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero si al que lo honra y cumple su voluntad. Nunca se oyó decir que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. Si este hombre no viniera de Dios, no podría hacer nada». Ellos le respondieron: «Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?». Y lo echaron. Jesús se enteró de que lo habían echado y, al encontrarlo, le preguntó: «¿Crees en el Hijo del hombre?». El respondió: «¿Quién es, Señor, para que crea en él?». Jesús le dijo: «Tú lo has visto: es el que te está hablando». Entonces él exclamó: «Creo, Señor», y se postró ante él. Después Jesús agregó: «He venido a este mundo para un juicio: Para que vean los que no ven y queden ciegos los que ven». Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: «¿Acaso también nosotros somos ciegos?». Jesús les respondió: «Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado, pero como dicen: "Vemos", su pecado permanece».

En primer lugar recurramos a la Hermosa Madre, la Virgen, para que ella nos consiga del Espíritu Santo el don de entender la Palabra de hoy.


El Señor nos está regalando este maravilloso tiempo de Cuaresma para acercarnos a Él de una manera nueva y profunda. El primer domingo de Cuaresma vimos que Jesús cuando fue tentado más que al demonio nos hablaba a nosotros para invitarnos a vivir de la Palabra que sale de la boca de Dios, a no usar a Dios en nuestros planes y a adorar sólo a Dios en nuestras vidas. El segundo domingo de Cuaresma fuimos exhortados a escuchar al Hijo muy querido del Padre y a hacer el camino que Él nos propone. El domingo pasado nos despertó la sed del agua viva que Jesús da. Hoy el Señor nos regala el don de verlo a Él y de asumirlo como nuestro pastor para que vivamos en la luz.

Por tanto, se trata de reconocer a Jesús como el Salvador del mundo, como nuestro salvador, como mi salvador.

Ya desde el Antiguo Testamento, desde David, el Señor Dios viene avisándonos que el Rey que Él quiere que tengamos tiene que ser un rey según su corazón, no un rey que use del poder para su provecho propio, sino que asuma que su autoridad es un servicio. Así debería ser asumida siempre toda autoridad, como servicio, no como poder.
Dios rechaza a Saúl porque se engolosinó con el poder. Dios no elige a los hermanos de David, aunque a la mirada de Samuel le agradara el aspecto y la estatura elevada de Eliab, sino a David, el menor, el que pastoreaba a las ovejas. Y lo confirma en el salmo que hemos rezado juntos, porque el mismo Dios hace comprender que Él es el buen pastor y el anfitrión que nos ofrece cobijo y mesa.

Es con ese presupuesto que se nos ofrece Jesús, como el buen pastor que nos recibe en su carpa, en su casa. En el episodio narrado en el evangelio de hoy, el ciego es echado por los fariseos, pero acogido por Jesús.
El ciego es sanado de su ceguera porque Jesús hace barro con su saliva y tierra del suelo, y le manda ir a la piscina de Siloé para que llegue a ver.
Cada uno de esos elementos es significativo:
Jesús hace barro con tierra del suelo, igual que el Creador hizo al hombre con arcilla del suelo. Es decir que Jesús parte del hombre, recrea al hombre, lo hace de nuevo, hace de nuevo al ciego.
Pero le agrega su saliva, signo de la predicación, signo de la Palabra que vivifica.
El mandato a que vaya a lavarse, es indicación del camino que tiene que recorrer, es el camino catequístico que el que es llamado a ser discípulo debe andar, asumir que debe darle el control a Dios.
El agua de la piscina es signo del bautismo, para que pueda nacer a la vida nueva, a la visión, para que pueda ver al Hijo del hombre y volverse su discípulo con los demás discípulos en la comunidad de la Iglesia.

La comunidad a la que pertenecía el ciego, no vio el signo, no vio al autor del signo, no vio nada, sólo que se le rompían los esquemas y en vez de dejarse tocar por Dios prefirió la seguridad de mantener las cosas como estaban y echar al que molestaba con su sola presencia y sus interrogantes. Creían ver y en realidad estaban ciegos.
Nuestras comunidades también pueden volverse ciegas del mismo modo. Si Dios pasa y no nos dejamos interpelar, no nos dejamos hablar por Él, nuestra visión se oscurecerá. Los que nos creemos que vemos estaremos volviéndonos ciegos.
Jesús sigue hablando por su Espíritu donde nos manifiesta la verdad, porque Jesús sigue siendo el Buen Pastor que nos lleva hacia pastos abundantes y fuentes tranquilas. Sigue indicándonos el camino hacia la luz. Y nosotros que somos hijos de la luz al haber aceptado el bautismo, al haber buscado y aceptado la fe, vivamos como hijos de la luz, resucitados, despiertos, vivamos haciendo crecer nuestra bondad, nuestra justicia, andemos en la verdad, discerniendo lo que le agrada al Señor, no participando de las obras estériles de las tinieblas, más aún, denunciando las tinieblas.

Hoy cuesta mucho ser luz, marcar un camino, denunciar lo que está mal y anunciar lo que está bien. Hace falta mucha fortaleza, y para esa fortaleza hace falta mucho “visión”, tener muy claras las cosas. Y sin discernimiento esto no se consigue.
Hoy urge un discernimiento comunitario, porque el Espíritu sopla donde quiere, y todos los bautizados tenemos el Espíritu Santo, y los discípulos se dejan conducir por Él. Tanto los servidores de la Iglesia como los servidos en la Iglesia somos corresponsables de seguir obrando las maravillas de Dios para que los ciegos vean lo que el Señor quiere mostrar: su Reino está cerca, su gracia está cerca, su Vida está cerca, su liberación está cerca. Por eso morirá Él por nosotros, para liberarnos, vivificarnos, colmarnos de su gracia y hacernos participar de su Reino.
Al aceptar la predicación del Señor, al dejarnos hacer de nuevo, al recorrer el camino, al integrarnos en la comunidad de los hijos de Dios discípulos de Jesús, al volvernos apóstoles hoy, somos los continuadores de la obra de Jesús y podemos ofrecer a nuestra familia, a nuestros amigos, a la gente de nuestro pueblo el verdadero rostro de Jesús, que atiende y consuela, que ayuda y socorre, que cuida y educa, que no se deja corromper, que es buen ejemplo. El Señor, gracias a Dios, no llama a los preparados. Él prepara a los llamados. Y lo está haciendo. Dejémonos renovar en esta cuaresma para que el domingo de Pascua resucitemos con Él.

María, nuestra Hermosa Madre, nos sostiene, porque ella pasó por ese camino y fue la servidora fiel del Señor. Animémonos a tener la misma actitud de humildad, escucha y servicio de María. El Señor bendito y la hermosa Madre los bendigan mucho.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Otra forma de no ver es estar dormido.
Y estamos dormidos a muchas realidades propias y de los demás. Por eso hoy me siento llamado como los efesios a despertarme para que Cristo me ilumine.
Para verme y para reflejar la luz que Jesús me dé.
Para dar frutos de verdad, justicia y bondad.

miriam dijo...

Jesús: Rey del Amor, Rey de la Paz, Rey de la Humildad, Rey del Servicio y la Fraternidad.
Ese es mi Rey, ese es el Rey de Reyes que veo al mirar la cruz, al escuchar el Evangelio de cada día.

Ciego de toda ceguera está aquel que no lo ve en la profundidad de la mirada triste del hermano necesitado.

Ciego de toda ceguera está aquel que solo ve el brillo de lo fatuo o superfluo, de lo material, de lo mundano, que es de acá y queda acá,no aporta nada, "absolutamente nada" para la otra vida, la VIDA, la que vale la pena, la verdadera, la que Jesús nos invita a compartir; la que Jesús "quiere" compartir con cada uno de nosotros.

Pidamosle la gracia del discernimiento guiados por la fe y el amor, y entonces sí,con total seguridad, compartiremos su mesa.

MIRANDO Y VIENDO, que el Señor nos bendiga siempre